Si el Carnaval es la fiesta de todos los años y de todo el año, los uruguayos vivimos con una frecuencia que no sobrepasa los cinco años, otra ceremonia festiva, la gran fiesta de la Democracia.
No es una exageración decir que el día de las elecciones - sean nacionales, locales o de una institución social - es una fiesta mayor, que abarca a todos los uruguayos sin excepción.
Hoy, a lo largo del día, los uruguayos nos encontraremos con nuestros viejos vecinos de barrio en las colas de votación y conversaremos animadamente de la vida, de sus idas, de sus vueltas, de todo, menos de política, porque es un día de respeto.
Desde la mañana temprano las calles de la ciudad se inundarán de familias, los adultos irán con sus hijos, algunos para entrar con ellos y que vean como es el "cuarto secreto", otros para acompañarlos para que voten por primera vez.
Temprano, muy temprano en la mañana habrán ido a buscar a sus padres o abuelos para llevarlos hasta el circuito electoral.
Las banderas de 1, ó 2, ó 3 colores adornarán los autos, las espaldas de las uruguayas o las manos de los niños vestidos algunos con la camiseta de Peñarol, otros con la de Nacional, todos con la emoción de acompañar a sus padres a un rito que no del todo entienden pero que los enorgullece.
El estudiante del interior almorzará con la familia que hace semanas, tal vez meses, no ve, en su ciudad natal.
En el campo, no importa el medio por el cual se llegará, se busca la credencial y tal vez las mejores ropas, para arribar al poblado mas cercano para hacer valer su opinión.
Eso si, no importa donde estemos, las familias prepararemos el asado que nos reunirá hasta la noche tarde, cuando recogidos en nuestras casas aguardaremos, ansiosos, los resultados, unos para salir a festejar, otros para esperar la próxima elección, todos con esperanza en el (in) imaginado mañana.
No es una exageración decir que el día de las elecciones - sean nacionales, locales o de una institución social - es una fiesta mayor, que abarca a todos los uruguayos sin excepción.
Hoy, a lo largo del día, los uruguayos nos encontraremos con nuestros viejos vecinos de barrio en las colas de votación y conversaremos animadamente de la vida, de sus idas, de sus vueltas, de todo, menos de política, porque es un día de respeto.
Desde la mañana temprano las calles de la ciudad se inundarán de familias, los adultos irán con sus hijos, algunos para entrar con ellos y que vean como es el "cuarto secreto", otros para acompañarlos para que voten por primera vez.
Temprano, muy temprano en la mañana habrán ido a buscar a sus padres o abuelos para llevarlos hasta el circuito electoral.
Las banderas de 1, ó 2, ó 3 colores adornarán los autos, las espaldas de las uruguayas o las manos de los niños vestidos algunos con la camiseta de Peñarol, otros con la de Nacional, todos con la emoción de acompañar a sus padres a un rito que no del todo entienden pero que los enorgullece.
El estudiante del interior almorzará con la familia que hace semanas, tal vez meses, no ve, en su ciudad natal.
En el campo, no importa el medio por el cual se llegará, se busca la credencial y tal vez las mejores ropas, para arribar al poblado mas cercano para hacer valer su opinión.
Eso si, no importa donde estemos, las familias prepararemos el asado que nos reunirá hasta la noche tarde, cuando recogidos en nuestras casas aguardaremos, ansiosos, los resultados, unos para salir a festejar, otros para esperar la próxima elección, todos con esperanza en el (in) imaginado mañana.
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