Semanas atrás se puso en contacto con nosotros, vía email, Martina de Entre Ríos. Correos que vienen, respuestas que van y finalmente a principios de Febrero puede viajar junto con unos amigos a Uruguay y cumpliendo con la palabra empeñada, nos regala el relato – con una prosa que nos fascina, realmente- de los días vividos en nuestra tierra y aquí se lo dejamos para que conozcan como se ve nuestro país con otros ojos:
Este verano redescubrí el mar. Bah… si nos vamos a los mapas, lo que vi en realidad la semana pasada en Piriápolis es el vasto y hermoso Río de la Plata. Hace casi 19 años, cuando tenía apenas 3 años, fuimos a Punta del Este con mis viejos y unos amigos de la familia. Ahora, con mi novio Mario y mis amigos Mariela y José, fuimos al límite del río con el mar… aunque el agua saladísima, las aguas vivas y las olas me parecieron bastante mar para un reencuentro con él.
Uruguay. El sólo hecho de recorrer sus rutas me dieron una sensación de paz. Tranquilas, poco transitadas y con autos de varios años de antigüedad le dan un toque de las buenas viejas épocas. Varios kilómetros por la ruta 2, desde Fray Bentos hasta la localidad de San José, para empalmar allí con la ruta 3 hasta la autopista 1 que lleva hacia el este.
Antes del este, visita obligada a la hermosa e histórica ciudad de Montevideo. Llegamos a Tres Cruces, su gran terminal para hacer el cambio del dinero argentino al uruguayo (primera vez que tengo en mi billetera esta moneda) y estirar las piernas después de casi cinco horas y media de viaje, en camioneta, desde mi querida Concepción del Uruguay, Entre Ríos.
Era viernes 4 de febrero. Santiago, quién me pasó toda la información sobre las actividades del carnaval en los tres días que estaríamos de este lado del charco, me había dicho que ese día era la segunda noche del desfile de Las Llamadas… ¡cómo perdérselo! Tanta historia, tanto encanto, tanta cultura y tanto candombe, en un solo lugar! Y tanta gente además. “Tienen que llegar temprano así encuentran lugar bien adelante para ver el desfile de cerca, o tener un ejército de pitufos adelante para ver bien”, nos sentenció Santiago, días antes en un mail. No llegamos tan a tiempo… y así y todo vimos de lejos y todo. La hermosura y la alegría del evento, tan antiguo y tan actual, estaba reflejada en las caras de las cientos (por qué no miles) de personas que aplaudían el paso de las comparsas. Si hasta yendo por la avenida 18 de Julio, a unas cuantas cuadras de la calle Carlos Gardel por dónde pasaban los tambores, se escuchaba el retumbar por las calles que bajaban al río en Montevideo, en una noche especial, en muchos sentidos.
Comimos una buena hamburguesa, la mía llevaba champignones, para darle más combustible al cuerpo que tenía que aguantar tanto calor humano en esa esquina. Cerca de las dos de la mañana, cuando ya habíamos visto bastante desfile, nos fuimos por Durazno hacia Convención. Foto típica de rigor mediante, la noche terminaría en una estación de servicio de las afueras de la ciudad, durmiendo dentro de la Fiat Ducato que fue nuestro hogar durante el fin de semana.
Al otro día tempranito desayuno con pan francés y manteca Conaprole, un clásico si se viene al Uruguay, y un sabor a extrañar cuando se va hacia Argentina. Partimos rumbo al este. Destino: Piriápolis.
El relato anterior pertenece completamente a Martina Gonzalez (nosotros simplemente agregamos los enlaces) a quien podrán conocer y seguir leyendo en sus dos blogs:
-Mi Percepción-El Menú del día
1 se le unieron:
Guaaaaaaaaaaaaaau! Mil gracias che. (=
Lo que siento por Uruguay traté de expresarlo en las letras que están y que estarán en este blog. Les recomiendo a todos los lectores que, para viajar por Uruguay, antes se den una recorrida por este blog... y por qué no unas consultas. Las respuestas fueron en tiempo y forma y completísimas.
¡Gracias Santiago! Hasta la vuelta ;)
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